martes, 19 de febrero de 2008

Capítulo IX


Es una noche de invierno, el cielo esta despejado y miro al cielo, intentando contar las estrellas que hay, e incluso trato de diferenciar alguna, o una estrella de un planeta. Todo me recuerda a esa noche de verano en la que se ven las estrellas fugaces, y cuando ves a una pasar pides un deseo que quieres que se cumpla con todas tus fuerzas, pero no me hace falta recordarlo, pues lo estoy viviendo ahora.
Cada una de esas estrellas fugaces sois vosotros, que me hacéis sentir una de las personas más afortunadas del mundo por teneros a mi lado, por vivir cada momento de mi vida con vosotros, y por llevar vuestras voces, gestos y corazones junto a mi.
Mi deseo: que permanezcáis a mi lado, por siempre.


FIN

Capítulo VIII

Álvaro y yo llevamos 1 año y un mes juntos. Nos seguimos queriendo igual que el primer día, bueno, mucho más. Hemos vivido muchos momentos juntos, algunos malos y la gran mayoría buenos, pero siempre nos hemos apoyado el uno al otro, siempre hemos estado uno al lado del otro cuando alguno de los dos lo ha necesitado. Siempre nos hemos perdonado, hemos superado nuestras diferencias, y hemos luchado por lo nuestro en todo momento. Quizás todo haya ido tan bien porque los dos hemos elegido el camino del corazón, y quien elige ese camino nunca se equivoca. No todo es un camino de rosas, ya que algunas veces aparecen algunos cactus en el camino, pero cuando hueles la siguiente rosa del camino, el dolor que te pudo hacer el cactus es olvidado.
Siempre hemos intentado hacernos felices, vivir sonriendo y brillando como estrellas, sintiendo nuestro amor y nuestros corazones latir con fuerza. Siento que cuando escribo lo único que sale son palabras cursis, pero el amor es inexplicable, ni siquiera se puede definir con frases cursis, sino sólo sintiéndolo, sintiendo el amor que te transmite una mirada, la satisfacción de ver una sonrisa en la persona que amas, e incluso ver una lágrima en los ojos que te intenta explicar lo feliz que es a mi lado, lo bien que se siente…
Nunca me he puesto a pensar si existe el amor eterno o no, pero ahora que lo siento, se que existe, y que es el amor que yo siento por Álvaro.

Capítulo VII

Acabó el verano, lo que significaba el comienzo de un nuevo curso otra vez todos juntos, pues todos nos habíamos matriculado en el mismo grupo. Tenía ganas de empezar, de verles a todos de nuevo. Muchos habían pasado el verano en sus ciudades y no les veía desde hacía algunos meses. El nuevo curso prometía muchas cosas: más viajes, más fiestas, más cosas que hacer juntos, pero también más dificultad. Sin embargo, eso último era algo que no nos preocupaba demasiado, ya que sabíamos que pasase lo que pasase lo pasaríamos juntos, que no habría momentos de soledad o de tristeza, y que siempre estaríamos los unos con los otros.
Nada más empezar ya teníamos motivos para salir por la noche, fiestas de cumpleaños, de comienzo de curso… E incluso algunos viajes como el de una casa rural en Orgaz, un pueblo de Toledo. Fuimos doce, y sin duda fue inolvidable.
El tiempo se pasaba volando, y llegaron las vacaciones de Navidad sin apenas darnos cuenta. Decidimos hacer una cena como la del año anterior y luego juntarnos todos los que podíamos en una discoteca en una céntrica calle de Madrid. Lo pasamos bien, sin duda volvió a ser una noche irrepetible que guardaré siempre, que llevaré conmigo.
Acabó el año 2007 y comenzó un nuevo año, lleno de nuevos planes por hacer todos juntos, pero con exámenes a la vista. Llegaba un período de estrés, estudio y concentración, pero pensando que muy pronto acabaría y que tan pronto como esto ocurriese lo celebraríamos todos juntos.


jueves, 14 de febrero de 2008

Capítulo VI

El verano continuaba. No fue mi mejor verano, quizás porque estuve un tiempo separada de la persona más importante de mi vida, Álvaro. Él se fue durante unos días a Europa y yo me fui a la costa. Me hubiese encantado que viniese conmigo, porque yo no conocía a nadie allí y hubiese disfrutado un montón de su compañía, pero no pudo ser. Al volver los dos, nos veíamos todos los días, aunque no demasiado tiempo. Me hubiese gustado que el verano fuera de otra forma, haber pasado algunos días con él en algún lugar y no haberme preocupado tanto por algunas cosas, pero cuando quieres a alguien es inevitable no tener ciertas preocupaciones.
Algunos amigos y amigas mías me animaban, me hacían reír…En aquel tiempo fue muy importante la compañía de Laila, un año menor que yo pero con la que siempre he tenido plena confianza. No siempre me ha entendido, pues discrepamos en bastantes cosas, pero siempre me ha escuchado, siempre he sentido su calor dentro de mí. Raquel fue otra de las personas más importantes del verano. Es una chica tímida pero que coge confianza rápido. Paseábamos por la calle y al recordar cualquier momento vivido nos reíamos a carcajadas, nos volvíamos como dos niñas pequeñas, viviendo sus locas aventuras. También fue muy importante la ayuda de Soraya y Jose, dos amigos del colegio. Siempre he estado junto a Soraya, desde los tres años, lo que nos hace parecernos mucho, vivir las cosas de la misma manera, pero ella aporta un lado positivo a las cosas, y siempre ha tratado de transmitírmelo. Jose es un chico sincero, que dice las cosas como las piensa, lo que le hace ser también muy parecido a mí. Si de algo estoy orgullosa es de mi sinceridad. Quizás soy extremadamente sincera, lo que puede en ocasiones hacer daño a los demás, pero yo pienso que hace mucho más daño una mentira piadosa a una verdad, así que siempre me ha gustado ir con la verdad por delante.
Al final de verano, todo se veía mejor, Álvaro y yo estábamos más felices, más juntos, más entregados otra vez, como siempre, todo volvía a la normalidad, menos el amor, que aumentaba, pues es de las pocas cosas que no tiene límites. Álvaro es el chico con el que siempre he querido estar, detallista, sincero, romántico, sensible… para mí lo es todo, es el oxígeno que necesito respirar.
El verano me sirvió para reafirmar lo que siempre he pensado; los amigos siempre están ahí y, aunque no los vea cada día sé que cuando necesite algo siempre estarán ahí, dispuestos a escucharme y a hacerme sonreír.

Capítulo V

Acabó junio y los exámenes. Llegaba el verano y decidimos pasar unos días en Benidorm, así que cogimos un autobús que nos dejase allí y fuimos a los apartamentos que habíamos alquilado. Esta vez sólo éramos 9: Brenda, Chuso, Julián, Peco, Sergio, Álvaro, Nacho, Natalia y yo. Natalia es una chica risueña, y muy despistada, que siempre llega tarde a todos los lados.
Lo pasamos bien: fueron días de playa, piscina, y mucha fiesta por la noche. La convivencia entre nosotros fue muy fácil, no tuvimos ni un solo roce, y siempre pensábamos en vivir estos días lo mejor posible, disfrutando lo máximo nuestra estancia en aquel bonito lugar. No fue el bonito lugar, ni el apartamento, ni la playa lo que hizo de este viaje único, sino su compañía.
Los días pasaron rápido, y ya tocaba volver a Madrid. Aquel día se me hacía raro no dormir al lado de Álvaro, no despertarme por la mañana con un “buenos días” de la voz de Brenda, con un desayuno todos juntos o con una sonrisa, un abrazo o alguna broma. Estos días me sirvieron para conocer más a fondo a estas ocho personas con las que compartí tantas cosas, todas ellas buenas, lo que me hizo reafirmar que tendría su amistad para siempre, que siempre estarían a mi lado. Sólo tendría que gritar cuando necesitase su ayuda y ya estarían a mi lado.
Siempre he pensado que una de las mejores cualidades que tenemos las personas es que podemos recordar todo, volver al pasado a través de la mente, recordar los buenos momentos y tener capacidad para olvidar los malos, y vivir todos los momentos las veces que nosotros deseemos.
Sin duda mi mente volvió a Benidorm acompañada de todos ellos infinitas veces.

Capítulo IV

Tocaba fiesta de fin de exámenes. A partir de ahora no haríamos nada hasta los próximos exámenes, en junio. No había preocupaciones sobre lo que había que estudiar o no, sino que todo rondaba alrededor de lo que haríamos cada fin de semana. En estas épocas, que todo parecía feliz, en realidad también habría otras preocupaciones, otros problemas. Pero todo lo que te queda en el recuerdo son los buenos momentos, porque los malos tendemos a olvidarlos. Además el hecho de que cada día hubiese una sonrisa o un gesto nuevo me llenaba de alegría. Seguía siendo la niña feliz, inocente y que hace reír a los demás. Siempre me han dicho que soy muy risueña, muy dulce, y que alegro a los demás con mi compañía, algo de lo que estoy orgullosa.
No me gusta hablar de mí misma, me gusta que me conozcan y que después juzguen. A pesar de mis virtudes, también tengo multitud de defectos, pero lo bueno es que normalmente me aceptan como soy. No suelo tener problemas a la hora de encajar con diferente tipo de gente, sin importar sus gustos o sus ideas.

sábado, 9 de febrero de 2008

Capítulo III

Las vacaciones de Navidad se habían acabado, volvía a ver a mis amigos de la universidad y a pasar más momentos y días de clases junto a ellos. Me hizo ilusión volver a verles. Cada uno tenía sus anécdotas de estas semanas y todos las compartíamos, sin secretos entre nosotros. Eso me sorprendía, porque a pesar de llevar apenas cuatro meses juntos, la confianza entre nosotros era plena.

Se acercaban los exámenes de febrero, algo que me preocupaba porque serían mis primeros exámenes en la universidad y no sabía como iban a ser. He de reconocer que me vine abajo en más de una ocasión, que incluso pensé que periodismo no era una carrera para mí a pesar de lo que siempre me había gustado, y que todo lo que vivía era demasiado para mí. Pero siempre tuve a mis amigos apoyándome e impulsándome en seguir adelante. Me repetían una y otra vez todo lo que valía. Álvaro también me ayudaba a salir adelante, me escuchaba cuando lo necesitaba, siempre estaba ahí, a mi lado.
No sé por qué, pero siempre he tendido a infravalorarme, a decirme a mí misma que no valgo nada, a pensar que todo sale mal. La ayuda de mi gente a hacerme ver que esto no es verdad me ayudó mucho, me impulsó a seguir adelante, a confiar y tener seguridad en mí misma, a cambiar para ser mejor persona. Lo conseguí en pocas semanas, y ahora doy gracias, porque gracias a ello me he convertido en una persona llena de objetivos, y sé que todo lo que me proponga lo puedo conseguir. Pero no sólo yo, sino cualquier persona de este mundo. Esto me ayudó para estudiar con más seguridad y a obtener buenos resultados en casi todas las asignaturas.

martes, 5 de febrero de 2008

Capítulo II: Cuando el amor aparece

Álvaro es un chico encantador. Al mismo tiempo que comenzaba el invierno, decidimos comenzar una bonita historia de amor, empezar a ser las personas más felices de todo el universo. Fue fácil, nos queríamos mucho desde el principio y pasamos las mejores navidades de nuestras vidas. Él siempre estaba muy atento, se preocupaba cuando no me veía con una sonrisa y siempre hacía que estuviese alegre. Muy pronto se convirtió en el gran motor de mi vida, ese motor que rige todo y que hace que la vida adquiera un sentido diferente. Quizás fue fácil porque somos personas muy parecidas, nos entendemos muy bien y sabemos solucionar nuestros problemas hablando, escuchándonos y poniendo cada uno de nuestra parte. No digo que seamos la pareja perfecta ni que tampoco él sea el chico perfecto, pero tampoco lo quiero, yo le quiero por cómo es, con sus defectos y virtudes.
Comenzó un nuevo año, pero nuestras vidas no cambiaron, y si lo hicieron fue a mejor, sin ninguna duda. Nunca me había sentido tan llena de amor, tan querida, y con tantas ganas de vivir, de pasar todo el tiempo con una persona, con esa persona que me hacía la persona más feliz del mundo. Era como una niña, con su inocencia intacta, sin preocupaciones y que sólo piensa en jugar y compartir sus juguetes con otros niños. Yo solo pensaba en compartir toda mi vida junto a él.
Para mí esto era como un sueño, no podía imaginar cómo me podía estar pasando, cómo alguien me podía querer tanto por cómo era, y no por mi físico. No es que no sea guapa, pero no soy ese tipo de chica con la un chico quiera salir, o al menos, eso es lo que creo. Yo llamaba a todo esto magia, pero muy pronto me fui dando cuenta de que no es la palabra adecuada, sino amor de verdad.



sábado, 2 de febrero de 2008

Ciencias de la Información



Era mi primer día de universidad. Cuando llegué no había nadie, no sabía muy bien que hacer, así que entré al servicio para hacer tiempo a que diesen las ocho en punto. Allí conocí a Brenda, una chica un poco más alta que yo, con pelo largo y que venía de Guadalajara. Después de presentarnos subimos a clase, nos sentamos en tercera fila y comenzaron las clases. El aula estaba llena de gente, seríamos como ciento veinte personas, y la verdad que me asustó un poco ver a tanta gente en el mismo lugar, porque yo siempre he sido muy tímida. Siempre me he propuesto ser más abierta, más extrovertida, y ahora que comenzaba periodismo no podía ser solo una propuesta, sino que tenía que convertirse en un hecho. Pocos minutos después entró al aula un chico rubio, no muy alto y de algún año más que nosotras. Brenda y yo intentamos conocerle un poco más, pero no nos inspiraba la suficiente confianza, por el momento, claro.
Mi familia siempre me había dicho que la gente que conociese en la universidad se convertirían en mis amigos de verdad, esos que duran para siempre, que son maduros y que no te critican por la espalda, que siempre están ahí para ayudarte en tus malos momentos, para dejarte los apuntes o incluso, para saltarte las clases. Supongo que eso me ilusionaba algo más en el nuevo camino que emprendía, ya nadie estaba detrás de mí: ni los profesores, ni mis padres…No estaba obligada a ir a clase y tendría que acostumbrarme yo sola a sacarme las castañas del fuego. Eso, quieras que no, me hacía ver que tenía que hablar con más chicos y chicas de aquella clase, relacionarme… y así fui conociendo a más gente, hasta llegar a ser un grupo de unas 15 personas. Al contrario que aquellos ya lejanos días de colegio, me gustaba ir a la facultad, hablar con la gente, y escuchad las clases, unas más interesantes que otras.
En menos de un mes ya salía a dar una vuelta, a tomar algo, o a celebrar alguna fiesta con aquellos con los que mejor me llevaba. Era una distracción para mis preocupaciones de aquel entonces, y hablar con la gente me reconfortaba, me hacía sentir bien. Además cada día podía conocer a alguien nuevo, con quien hablar. Conocí a tres chicos más: Diego, Nacho, y Álvaro, el chico que llegó tarde el primer día de clase. Esta vez si que pude hablar con él más tiempo, tener algo de confianza y algún tema del que hablar, y poco a poco, sin saber cómo, me fui enamorando de él.
Pasaban los días y cada día me sentía mejor rodeada de aquella gente que venía de lugares diferentes, con vidas muy distintas pero a la vez paralelas. Me sentía una persona querida, útil y capaz de hacer reír a los demás, lo que me hacía feliz a mí también. Cada vez hacíamos más cosas todos juntos, patinábamos sobre hielo, asistíamos a ruedas de prensa, presentaciones de libros, descripciones sobre nosotros, nos íbamos formando como periodistas, sin ninguna distinción ni ningún tipo de competencia entre nosotros. Llegó mi cumpleaños. Lo celebré con todos ellos, pero no esperaba nada, ni un regalo. Cual fue mi sorpresa cuando aquella noche recibí un montón de detalles acompañados de una tarta de cumpleaños, pero sobre todo millones de abrazos y de sonrisas…Mi cumpleaños fue motivo para que otra persona, Sergio, entrase en mi vida, otro compañero más, que sería en muy poco tiempo un amigo más.
Se aproximaban las navidades, cada uno volvería a su lugar de origen a reunirse con su familia y sus seres queridos. Sin duda, daba pena estar un mes sin compartir esa clase, la 508, de la facultad de ciencias de la información de la “Complu”. Eran muchos momentos juntos, muchas sonrisas, abrazos, horas en la cafetería, muchos desahogos sobre nosotros y nuestros problemas… y nunca imaginé que podría echar tantísimo de menos a alguien que conocía de hace escasos meses. Para hacer la despedida amena, decidimos hacer una cena de Navidad, en la que pudiésemos estar todos juntos, salir de fiesta, reír y disfrutad de otro momento más. También conocí a más gente. En este caso eran tres chicos que solía ver por clase pero que parecían muy callados. Eran Julián, Sergio y Chuso, pues así es como se presentó en aquel local al que asistimos la mayoría. Desde esa noche formarían parte de nosotros.