jueves, 14 de febrero de 2008

Capítulo V

Acabó junio y los exámenes. Llegaba el verano y decidimos pasar unos días en Benidorm, así que cogimos un autobús que nos dejase allí y fuimos a los apartamentos que habíamos alquilado. Esta vez sólo éramos 9: Brenda, Chuso, Julián, Peco, Sergio, Álvaro, Nacho, Natalia y yo. Natalia es una chica risueña, y muy despistada, que siempre llega tarde a todos los lados.
Lo pasamos bien: fueron días de playa, piscina, y mucha fiesta por la noche. La convivencia entre nosotros fue muy fácil, no tuvimos ni un solo roce, y siempre pensábamos en vivir estos días lo mejor posible, disfrutando lo máximo nuestra estancia en aquel bonito lugar. No fue el bonito lugar, ni el apartamento, ni la playa lo que hizo de este viaje único, sino su compañía.
Los días pasaron rápido, y ya tocaba volver a Madrid. Aquel día se me hacía raro no dormir al lado de Álvaro, no despertarme por la mañana con un “buenos días” de la voz de Brenda, con un desayuno todos juntos o con una sonrisa, un abrazo o alguna broma. Estos días me sirvieron para conocer más a fondo a estas ocho personas con las que compartí tantas cosas, todas ellas buenas, lo que me hizo reafirmar que tendría su amistad para siempre, que siempre estarían a mi lado. Sólo tendría que gritar cuando necesitase su ayuda y ya estarían a mi lado.
Siempre he pensado que una de las mejores cualidades que tenemos las personas es que podemos recordar todo, volver al pasado a través de la mente, recordar los buenos momentos y tener capacidad para olvidar los malos, y vivir todos los momentos las veces que nosotros deseemos.
Sin duda mi mente volvió a Benidorm acompañada de todos ellos infinitas veces.

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