sábado, 9 de febrero de 2008

Capítulo III

Las vacaciones de Navidad se habían acabado, volvía a ver a mis amigos de la universidad y a pasar más momentos y días de clases junto a ellos. Me hizo ilusión volver a verles. Cada uno tenía sus anécdotas de estas semanas y todos las compartíamos, sin secretos entre nosotros. Eso me sorprendía, porque a pesar de llevar apenas cuatro meses juntos, la confianza entre nosotros era plena.

Se acercaban los exámenes de febrero, algo que me preocupaba porque serían mis primeros exámenes en la universidad y no sabía como iban a ser. He de reconocer que me vine abajo en más de una ocasión, que incluso pensé que periodismo no era una carrera para mí a pesar de lo que siempre me había gustado, y que todo lo que vivía era demasiado para mí. Pero siempre tuve a mis amigos apoyándome e impulsándome en seguir adelante. Me repetían una y otra vez todo lo que valía. Álvaro también me ayudaba a salir adelante, me escuchaba cuando lo necesitaba, siempre estaba ahí, a mi lado.
No sé por qué, pero siempre he tendido a infravalorarme, a decirme a mí misma que no valgo nada, a pensar que todo sale mal. La ayuda de mi gente a hacerme ver que esto no es verdad me ayudó mucho, me impulsó a seguir adelante, a confiar y tener seguridad en mí misma, a cambiar para ser mejor persona. Lo conseguí en pocas semanas, y ahora doy gracias, porque gracias a ello me he convertido en una persona llena de objetivos, y sé que todo lo que me proponga lo puedo conseguir. Pero no sólo yo, sino cualquier persona de este mundo. Esto me ayudó para estudiar con más seguridad y a obtener buenos resultados en casi todas las asignaturas.

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